Odio ex profeso ("Did I say that I loathe you?")
Porque cuando me abrazas mi mundo se tambalea.
Veo mi cara reflejada en el vidrio empañado de tu coche. Es de madrugada. Hace frío y yo no dejo de pensar en mi vida hasta el día de hoy. En ti.
Veo el reflejo de tu cara en el mismo vidrio empañado en el que me veo. Tú vas serio, como enfermo, y un tanto ido. La palidez de tus labios me dice que estás nervioso. Aceleras.
— ¡Despacio, cabrón! Quiero llegar viva a mi casa.
Desaceleras. Tu mirada interrogante.
— Vas a llegar viva.
Silencio. Mi mirada interrogante. Cierro los ojos. Recuerdo.
— Siéntate aquí.
— Ok.
— Platícame algo.
— Ok.
Me cuentas una historia de amores pasado. Mientras te escucho mis sentimientos se hacen añicos. De casi… a nada.
Mi cabeza da un vuelco. Un vaso de vodka. Dos vasos de vodka.
— ¡Ay perdón! Tiré tu cerveza, pero te quiero un chingo.
Celos. Ira. Tres vasos de vodka.
— Vámonos para afuera, chaparra.
— No quiero.
Silencio.
— Marcela
— No me digas así.
— ¿Marce? ¿Chaparra? ¿Chaparrita? ¿Naranja subido de tono?
— ¡Hey! No lo uses en mi contra.
Silencio gutural. Gente que va y viene. Mis dudas siempre ahí.
"Hace tiempo que te sueño y ya no sé cómo explicárselo a estas manos".
Me detengo a ver las estrellas en medio de la carretera. Tengo frío y me da vueltas la cabeza.
— Vámonos para adentro, Chaparra.
— ¡No!... ¡No! Ya me harté. Primero estoy adentro y me sacas. Ahora estoy afuera y que me vaya para adentro.
Adentro. Contra mi voluntad.
Camino por la orilla del asfalto frío y doy vueltas como loca. Estoy feliz por unos instantes aunque nada pase. Me siento en la banqueta mientras escribo cosas en mi cabeza que luego me olvido. Y regreso contigo para abrazarte y romper la distancia (emocional) que nos separa con un abrazo.
Minutos. Frío. Diez minutos. Mi respiración en tu cuello. Seguimos abrazados en la calle fría y en un segundo de claridad entiendo lo que puede pasar.
Después nos alejamos más que nunca.
— Vámonos. Me dices
— Vámonos. Te digo.
Estás a mi lado como si no quisieras estar. Te resistes porque no sabes.
No veo el amanecer contigo.
Duermo en mi cama, cansada y adolorida por las dudas. El día transcurre incierto, y no logro arreglar mi cabeza.
Marco tu teléfono, más por inercia que por certeza. Tu voz fría, como tú, me indica nada (nadie. nunca. nada.).
Te veo y es la misma distancia que ha habido siempre. “Será que la distancia le hace bien al suicidio”. Da lo mismo. Quebramos un poco el hielo, y después como si nada. . Me voy y te abrazo más fuerte que ayer, como si éste fuera mi lugar en el mundo.
Camino a mi casa cargando a cuestas una mochila llena de pinches piedritas emocionales. Me veo reflejada en el vidrio de un coche. No es el tuyo, pero recuerdo... Veo tu rostro en el reflejo del vidrio. Abro la puerta.
— A veces puedo llegar a odiarte tanto.
Y aunque creas que es el alcohol el que habla, soy YO con más lucidez que nunca. Te odio a las 5:53 de la mañana del 27 de diciembre.
Te odio con la rabia de quien acaba de descubrirlo. Te odio y te lo he dicho tantas veces, sólo espero que un día pueda decirlo de verdad.
Te odio. Tal vez escribiéndolo muchas veces se vuelva realidad.