Staying alive
Ya casi tengo 32 y con todo lo que ha pasado en estos días me siento afortunada de seguir viva. ¡Caray! Me siento “afortunada” de que lo peor que le ha pasado a mi integridad física ha sido que unos batos, a media noche, me persiguieran en un coche. Obvio los comentarios de “amigos preocupados” no se hicieron esperar: “Para qué andas sola”, “Así es este país, te tienes que cuidar”, “Rompiendo corazones, ¿eh?”.
La neta en ese momento de mi vida, hace ya más de cinco años no sabía qué pedo. Era “feminista”, pero equis. No entendía el alcance de esos comentarios. Hoy me acuerdo y me da coraje no haberles respondido otra cosa a esos batos que estaban “preocupados por mí”. Hoy también me da mucho coraje que ya no tengo las fuerzas ni las ganas de responderle a quienes hacen ese tipo de comentarios; a aquellos hombres (porque luego salen con NOTALLMEN) que no entienden por qué en las marchas las mujeres van adelante y hay contingentes separados. No es nuestro trabajo educarlos, ni decirles, ni explicarles. Si tan “yo no soy como los otros”, entonces edúquense, lean, aprendan y PINCHES ESCUCHEN lo que las mujeres necesitamos y pedimos. No es tan difícil, es más, tan NO es difícil que hay batos que sí lo hacen.
A mis 32 años me siento exhausta. Siento que no hay nada que pueda hacer, que pueda contribuir. Que este pedo de la violencia me rebasa. Nos rebasa.
A todas las mujeres, personas trans, no binarias, les mando un abrazo sororario y hago lo único que puedo hacer: Decirles que no están solas. Aunque lejos, aquí estoy haciendo lo único que me sale a veces bien: ofrecer el corazón.